1981, TRISTE AÑO NUEVO
EN LIZARRA
Mientras en la calle miles de personas
recibían a ritmo de turrón y confetis la llegada del nuevo año 1981, la vida de
Manuel de Irujo se fue apagando lentamente en la habitación 110 del Hospital de
Navarra. Aquellas navidades tuvieron un sabor más agrio que dulce para los
nacionalistas vascos.
El “león navarro”, gladiador de mil y una
batallas a lo largo de su dilatada vida política, no pudo reponerse de la
trombosis cerebral que le sobrevino el 13 de agosto de 1980 y al posterior edema
pulmonar que agravó su situación de forma irreversible a finales de ése mismo
año.
A las 4 de la madrugada del 1 de enero su
hija Mirentxu, su nieta Mirentxiki y su sobrino Jose Mari Gerendiain (que no se
separaron un momento de la cama hospitalaria), dieron cuenta del fatal
desenlace. No por esperada, ya que su estado era crítico hacía semanas, la
noticia de la muerte de Don Manuel causó un profundo impacto en todo Euskal
Herria
Las muestras de dolor se prodigaron con el
alba de Año Nuevo. A las 11 de la mañana el féretro con sus restos mortales,
cubierto por la ikurriña, fue sacado a hombros del Hospital de Navarra por
varios militantes nacionalistas en presencia de destacados miembros del
Gobierno vasco y el Parlamento Foral. En la puerta del centro hospitalario sonó
un emotivo Agur Jaunak interpretado por varios txistularis y la comitiva
fúnebre enfiló por el puerto de El Perdón y Garés camino de su querida
Lizarra.
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Capilla ardiente de Lizarra instalada en la casa nativa de los Irujo |
A mediodía
la capilla ardiente quedó instalada en la casa natal de los Irujo, en el número
48 de la Plaza de Santiago, tras una misa corpore insepulto oficiada por el
sacerdote jesuíta Valentín Arteta. Junto al féretro se colocaron las banderas
de Lizarra, Navarra y la ikurriña, una imagen del Aingeru de Aralar, y los
retratos de su padre (Daniel Irujo Urra, abogado defensor de Sabino Arana
durante su reclusión) y su abuelo Eusebio Ollo Miranda (farmacéutico, toda una
institución en la Ciudad del Ega).
El sábado 3 de enero, Lizarra fue punto de
encuentro para miles de abertzales llegados desde todos los rincones de Euskal
Herria. La Policia Foral
llegó a contabilizar más de centenar de autobuses y cientos de vehículos
particulares.
Poco antes de mediodía el ataúd con los restos mortales del
ilustre nacionalista fue sacado a hombros por dos de sus nietos (Mikel y Manu)
y varios miembros de la
Junta Municipal de EAJ/PNV de Lizarra. La parroquia se quedó pequeña y miles de
personas tuvieron que seguir desde el exterior la misa-funeral que presidió el
párroco Esteban Irigoyen, junto al escolapio Xabier Ortigosa y Alberto Onaindia
(fiel colaborador siempre de Don Manuel en su destierro europeo de Londres y
París).
Terminado
el oficio religioso, el féretro, cubierto en este caso por la bandera de
Lizarra/Estella, fue recibido a la salida de la iglesia con interminables
aplausos y gritos reivindicativos: “Nafarroa, Euskadi da!” o “Gora Euskadi
askatuta!”.
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Su hija Mirentxu despide a su aita en Lizarra |
Una
veintena de txistularis volvió a entonar el Agur Jaunak y acompañó el traslado
del féretro por el Paseo de la Inmaculada hasta el portal de San Agustín. Desde
allá viajó finalmente en un furgón funerario al cementerio estellés. Su hija
Mirenxu, hermanos (Pello Mari y Josefina), sobrinos, nietos y la amplísima
representación de la familia nacionalista que se dio cita en la Ciudad del Ega
se despidieron del viejo luchador por las libertades. En el panteón familiar,
la tierra llegada desde los diferentes territorios vascos se depositó suavemente
sobre el féretro. También lo hizo la enviada por su hermano Andrés desde
Argentina (en representación de toda la diáspora vasca que padeció la represión
franquista).
Satur Leoz