Manuel Irujo Ollo, un
hombre de paz
Irujo, como el resto de su generación, tuvieron que enfrentarse a una guerra cuando eran gente de paz. “Éramos gente con anhelos de justicia social canalizada en una norma jurídica que sea contenido de un régimen de derecho…”, decía en una entrevista.
Manuel Irujo es de esas personas excepcionales que, en situaciones de
crisis, de violencia desatada como a él le tocó vivir, saben sacar lo mejor de
sí mismo para ponerse al servicio de los demás, en la defensa de la vida humana,
de sus derechos y las leyes por encima otra cosa. Irujo vivió la guerra, la
sufrió, pero nunca se arredró en la defensa de sus ideales. Porque sus
principios humanistas daban el máximo valor a la vida humana, y porque su
profunda formación jurídica se rebelaba contra aquella ausencia de un régimen
de Derecho.
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Irujo en plena guerra civil visitando un hospital |
“El incumplimiento o la
trasgresión de la moral y la ley por el prójimo no excusan el incumplimiento o
la trasgresión por uno mismo. Yo tenía el deber misterioso de salvar vidas
humanas” decía en su vuelta al País Vasco. “Lo cumplí, sin otro límite que el
de ser fiel al régimen que servía. No pocos republicanos, y entre ellos no
pocos vascos deben la vida a canjes. Y para lograrlos había que ofrecer en el
cambio seres vivos, no cadáveres”.
Trabajó intensamente para evitar los desmanes que la sublevación militar
había provocado en el campo republicano, logrando reconducir el poder judicial.
En la reorganización del gobierno del 17 de mayo de 1937 fue designado Ministro
de Justicia, tarea en la que trabajó hasta el 10 de diciembre, fecha en que
dimitió en protesta contra la insuficiencia de garantías de la independencia de
los tribunales. Cuando llega el momento en que se pone en juego su sentido de
la rectitud moral no aceptaba injusticias.
Ana
Ollo Hualde.
Consejera de Relaciones
Ciudadanas
Herritarrekiko
Harremanatako Kontseilaria.
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