Año 2007 URTEA Premio Manuel Irujo

jueves, 19 de septiembre de 2013

2006 Estos cuarenta años de la vida de Manuel




Los cuarenta primeros años de la vida de Manuel Irujo soportan la clave del comportamiento de los cuarenta posteriores que abarcaron su exilio, con sus intensas actividades en Barcelona, Londres y Paris, sus numerosos viajes a las colectividades americanas y, finalmente, su regreso a Euskadi por el aeropuerto de Noain, día en que una muchedumbre alentada desbordó los caminos para recibir al León de Nabarra, en aquella atrevida operación diseñada por Pello Irujo Elizalde e Iñaki Anasagasti, contando con la estructura del casi clandestino EAJ/PNV.

Irujo, en sus primeros cuarenta años, logró éxito en el campo político como encendido orador, prolífero escritor de atinados artículos de opinión, por su activa trayectoria como hombre de partido, EAJ/PNV, cuyos nuevos estatutos ayudó a redactar, como honrado diputado y senador vasco, como valioso ministro Sin cartera y de Justicia de la 2º República, cargos estos últimos a los que accedió a regañadientes, siempre aclarando que los hubo de aceptar porque… Él FUE EL PRECIO DEL ESTATUTO.

Hubo de afrontar, entre tanto, duros golpes personales: la temprana muerte de su padre Daniel que le condujo a la carrera de abogado (él había estudiado Letras) y a la dirección del despacho paterno de Lizarra cuya gestión realizó con eficacia, la cariñosa atención que dispensó a su madre Aniana y a sus siete hermanos (Pello, el último, recién nacido), su viudez de Aurelia Pozueta, a la que perteneció fiel toda su vida, y a la educación de su única hija, Miren. 

Demostró, en esos embates, ecuánime fortaleza, basada en sus creencias religiosas y patrióticas pero que resultaban flexibles. Se sentía seguro de su Dios y de su Patria, pues se declaró cristiano y vasco hasta el final de su vida aunque, muchas veces, ni la Iglesia ni Euskadi respondieron  a la visión que de ellas se forjó.

Jamás se situó por encima de nadie pero nunca se sintió por debajo de los demás. Su interpretación de la realidad era armónica y positiva, nunca dependiente de los prejuicios ni de las mezquindades. Aprendió desde niño a no tener todo lo que quería y a cuidar de lo que tenía, como medida básica para mermar cualquier ambición y mantener a raya cualquier orgullo.

Diputados forales en la fiesta se San Francisco Javier en 1923.


Irujo destaca como un hombre de carácter gallardo que, pese a su temperamento fogoso, supo controlar sus emociones, dominar sus enojos, rebajar sus inquietudes, sujetar sus miedos, nivelar las diferencias y espantar de sí toda idea nefanda, actuando de forma compasiva, equilibrada e inteligente en defensa de la vida humana, en una época donde tantos, empujados por la marea abominable del fascismo, dieron tan poca importancia a la vida y muerte de los demás.


Lo recordamos como el hombre de brazos abiertos, corazón caliente, sonrisa abierta y ánimo alegre, que mantuvo, en medio de tantas pérdidas familiares, políticas y económicas, el talante firme de quien actúa con limpieza de ánimo y claridad de ideas. Irujo significó en su tiempo lo mejor del espíritu de Euskadi, imbuido en el lema que los reyes nabarros estamparon en el bronce de las campanas de Nájera y que él hizo suyo: Honorem Dei libertate Patria / Gloria a Dios y Libertad a la Patria

No hay comentarios:

Publicar un comentario