MANUEL IRUJO;
UN DIPUTADO JELTZALE EN LAS CORTES
REPUBLICANAS
Bost urteko tartea
dago 1931eko apirilaren 14an II.
Errepublika aldarrikatu zenetik 1936ko
uztailaren 16ko altxamendu militarra gertatu arte. Eta, tarte horretan hain
zuzen, errepublikak hiru legegintzaldi
ezagutu zituen: Konstituziogilea ( 1931-1933), erradikal-zedista biurtekoa, bi urteko beltza izenarekin ere ezagutzen dena ( 1933-1935)
eta Fronte Popularrarena, hots, 1936ko
otsaila-martxoko hauteskundeekin hasi zena eta, ondo jakina denez, hilabete gutxi batzuetako ohiko jarduera
besterik izan ez zuena.
Irujok Errepublikaren
gorteetan egin zuen lana arestian aipaturiko bi legegintzaldietan gauzatu zen,
hau da 1933ko azaroa eta 1936 urteko azken zatiaren artean. Aldi honen ostean,
Lizarrako diputatuak behin baino gehiagotan hartu zuen hitza Errepublikaren
Gorteetan; baina hauek salbuespenezko hitzegiteak izan ziren, unean unekoak,
guda zibil garaian edo hau amaitu zelarik, erbestearen eragozpen mingotsen
artean, errepublikaren su garra bizirik
mantentzeko ahaleginak egiten zituen parlamentuan.
La labor parlamentaria de Irujo en calidad argumental y dialéctica
Para participar con éxito en unas Cortes como las
descritas en el epígrafe 2 –ágiles, enconadas y cargadas de interrupciones− se
requerían temple y frialdad. Sin ellos, era fácil ceder a las provocaciones y
responder a las invectivas con reacciones desaforadas. Pero además, se
requerían, también, agilidad mental y rapidez de respuesta. No bastaba la
elocuencia florida típica de los foros sosegados. Se precisaba, también, una
cierta capacidad de reacción, para formular, improvisadamente, respuestas
atinadas, pero rápidas. Una réplica −incluso una buena réplica− formulada fuera
de tiempo, perdía gran parte de su efectividad. En este difícil entorno, Irujo
dejó claras muestras de las habilidades dialécticas que le adornaban. Rara vez
perdía la compostura, haciendo gala de un temple envidiable.
En una ocasión, se encontraba defendiendo un voto
particular cuando irrumpió en la sala Calvo Sotelo, que venía a tomar posesión
de su escaño. En la tribuna de visitas, particularmente concurrida, reinaba una
gran expectación. La intervención de Irujo versaba sobre una compleja y árida
cuestión jurídica, que revestía un escaso interés para el gran público. En un
gesto destinado a complacer al público, el presidente sugirió, sutilmente, a
Irujo, que concluyese su intervención, observando que, acaso, sus alegaciones “serían mejor recibidas por
Irujo era igualmente muy tenaz en la defensa de sus
planteamientos. En el debate sobre
Billete de libre circulación que obtuvo Irujo como Diputado a Cortes |
Tampoco le faltaba agilidad para la réplica
directa. Las críticas que, a su estreno como parlamentario, le dirigieron por
su condición novel, supo encajarlas con elegancia y convertirlas, hábilmente,
en eficaz herramienta para el debate. Recuérdese que, utilizada con
inteligencia, la asunción de las propias limitaciones puede convertirse en una
eficaz arma dialéctica. Al diputado Martínez Hervás que le tildó de poco
experimentado le respondió con sorna: “Claro
que yo, novel o ingenuo (no sé cuál de los dos calificativos me aplicó ayer SS,
aunque los dos me cuadran), voy a tratar de referirme a la enmienda…”. En
otra ocasión en la que hablaba de abrir una esperanza a la defensa de la
economía, un diputado le interrumpió observando en tono sarcástico: “¡qué bonito es eso!”; a lo que Irujo
repuso “Bonito o feo, cada uno dice las
cosas como sabe; cuando yo tenga la experiencia y el saber de SS podré decir cosas
que no sean bonitas”
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