Año 2007 URTEA Premio Manuel Irujo

viernes, 11 de enero de 2013

2001 Jimeno Jurio habla de Don Manuel



Personalidad humana de Manuel de Irujo
                              José María Jimeno Jurio (1983)


Políticos de todas las tendencias han reconocido la bondad y la profun­da humanidad, la honestidad y rectitud de intención de D. Manuel de Irujo. Su actitud siempre dialogante, comprensiva, sin aristas, democrática, de brazos abiertos con sinceridad, merecedora de respeto, e incluso de admiración.
Virtud fundamental de D. Manuel fue la fidelidad a unos principios éticos, religiosos y políticos, entre ellos el amor a Navarra, a su patria vasca, por encima de los intereses personales e incluso familiares. En la configuración de su personalidad humana influyeron, entre otros factores, indudable­mente, su padre, su tío, D. Estanislao Aranzadi, su madre doña Aniana viu­da en 1911, cuando el mayor de sus hijos estudiaba Derecho en Deusto, la cual había de sufrir en 1936 cárcel y destierro, muriendo en Argentina. Y su esposa, Aurelia Pozueta Aristizabal, fallecida el año de la gripe, el año 18, dejando en manos de D. Manuel el que será su gran tesoro: Mirentxu.
En honor a la verdad y la justicia, y frente a quienes han acusado den­tro del País a D. Manuel de burgués, debo comenzar resaltando uno de los valores más acentuados y poco conocidos de su personalidad: su preocupa­ción por lo social. Recién terminada su carrera de Derecho, el año 12, comenzó a ejercer como abogado en Lizarra. El primer caso, o uno de los primeros, que le tocó defender, marcó, de algún modo, esa preocupación en el futuro. Ciertos labradores de un pueblo próximo a Estella, dotados de mejores medios técnicos que el resto de vecinos, habían roturado y privatiza­do terrenos comunales. Los campesinos protestaron y acudieron a los tribunales, confiaron la defensa al joven letrado y ganaron el pleito. A partir de entonces, Irujo se convirtió (y de muy buena gana por su parte) en el aboga­do de jornaleros y desheredados, cualquiera que fuera su ideología política. Viejos cenetistas y ugetistas de las villas meridionales de Tierra Estella, curtidos por la lucha y la represión, me han hablado de Irujo con respeto y hasta con admiración y afecto. La espontánea cordialidad de su trato, la actitud sincera de comprensión y apoyo, la decidida voluntad de solucionar proble­mas entre los campesinos, motivó una corriente amplia de afecto, corriente que Goyo Monreal acaba de calificar de irujismo.
Cuando las elecciones provinciales del año 21 convirtieron al joven abogado en diputado foral, llevó a la Corporación sus inquietudes. Él, D. Manuel, fue el primer diputado navarro de la historia, pionero y revolucio­nario, que planteó seriamente el problema de la Reforma Agraria.
Carácter emprendedor, generoso y dinámico, reflejado en su peculiar estilo literario de frases cortas y concisas, iniciativa y realización suya fue la creación de la Caja de Ahorros de Navarra en 1921.
Como ministro de Justicia visitó cárceles, habló con los reclusos, se interesó por sus problemas, mejoró la realidad penitenciaria, mandó revisar procesos, canjeó y puso en libertad a centenares de personas, se resistió a firmar sentencias de muerte. Las palabras enérgicas y duras con que condena las muertes arbitrarías y defiende el derecho a la vida, la democracia y la paz,  contrastan con el optimismo, la alegría y el buen humor habituales en él. 
Esperemos, amigos, que un día esta Navarra nuestra, sempiterna división entre godos y vascos, entre moros y cristianos, agramonteses y beaumonteses, guiris y carcas, recobre la serenidad y el equilibrio y que dirigentes y pueblo, respetando democráticamente las diferencias ideológicas, nos afa­nemos, como el diputado foral Irujo, por trabajar ilusionada y plenamente para resolver los problemas de nuestro pueblo. Entonces será posible que Navarra, reconociendo lealtades, levante un monumento a este hijo suyo, europeo y universal que se autodefinió como «cristiano, demócrata, republicano y vasco».



No hay comentarios:

Publicar un comentario