En el numero 48 de la calle Carpintería
nacieron Lucia y Puy. Su padre fue Antonino
Odria López, casado con Braulia Larrión Ibañez, que desempeño el oficio de decorador y pintor
en la ciudad del Ega, hasta que por
motivos laborales y por no poder aguantar el acoso de las derechas ultra
católicas y conservadoras se vio obligado a dejar Estella. Tras realizar una
oposición, obtuvo una plaza como guarda de seguridad y asalto en Bilbao, donde
comenzó su carrera militar en la que obtuvo
el grado de teniente.
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Braulia Larrión madre de Lucia, Alicia, Jesús y Puy |
Antonino
con su mujer y sus cuatro hijos e hijas-Lucia, Alicia, Jesús y Puy-, se instaló
en Bilbao. El 26 de agosto de 1934, su esposa Braulia, que estaba en avanzado
estado de gestación, fallece por serle negada la asistencia médica en el
Hospital Civil de Bilbao. Un duro golpe para Antonino, quien tras el golpe
militar de Franco, se alistó en el batallón Azaña. Unos días antes de partir
para el frente, Antonino, probablemente temiendo dejar a sus hijos
desasistidos, contrajo matrimonio con María Ibarlucea Zabaleta, natural de
Bilbao, que tenía un hijo de 14 años Josetxo, al que Antonino, adoptó, dándole
su apellido y fijando su nueva residencia en luna casa de la calle Iturribide.
Buscaban libertad y sin embargo les esperaba
un cruel destino, ya que su nuevos hogares iban a ser refugios de acogida y
campos de internamiento. Confinados y separados en los campos de
Argelès-sur-Mer, Gurs y Les Alliers esperaban ser repatriados.
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Triste espera en la estación de Angulema de los 927 exilados republicanos para subirse al tren que les llevaría a Mauthausen |
En Les Alliers, el último campo en el que vivieron juntos Antonino y sus hijos. Las condiciones de vida habían mejorado, pero la ocupación alemana endureció la vida de los refugiados. El 22 de junio de 1940, tras la invasión alemana de Francia, y el armisticio, pasarían de ser refugiados a ser indeseables, convirtiéndose el campo en un auténtico campo de concentración. A finales de agosto, el destino de la familia Odria cambiaría para siempre, al subir engañados al primer convoy de civiles de Europa occidental enviado a un campo de concentración, el llamado convoy de los 927, compuesto en su integridad por familias completas provenientes del exilio republicano. El 20 de Agosto de 1940, alrededor de 950 personas fueron subidos a un tren ignorando su destino. Familias enteras fueron encerradas, como si de ganado se tratase, en unos vagones con escasa ventilación.
Al cuarto día, la noche del 22 al 23 de agosto llegaron a un pequeño pueblo a orillas del Danubio: Mauthausen. El tren se había detenido, pero nada ocurría. Durante varias horas estuvo parado. Por la tarde, abrieron las puertas apresuradamente y oficiales de las SS sacando de los vagones los hombres y los niños mayores de 10 años. Una vez finalizada la operación, las puertas se cerraron abruptamente. Los hombres agrupados en el extremo de la cola, en fila de cinco, eran contados antes de recibir la orden de ponerse en marcha con los perros tras de si. Durante mucho tiempo los gritos y llantos de mujeres y niños que permanecían en los vagones se oían dejando un lamento sordo. Durante un tiempo solo se oía eso, el lamento. Cuando el convoy reinició su marcha, ya sin los hombres, se redoblaron los gritos y llantos.
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Castillo de Harthein lugar donde fueron asesinados en la cámara de gas Antonino Odria y su hijo Josetxo |
Un tren repleto
de dolor partió hacia la frontera franco-española para que las mujeres y los
niños fuesen repatriados, llegando a su destino el 1 de septiembre de 1940,
diez días después y dejándolos abandonados en vía muerta. Unos ferroviarios, al
oír voces, descubrirían la carga que contenía. Los franquistas se hicieron
cargo y mientras algunas mujeres eran detenidas, otras serían enviadas a su
lugar de origen, El hijo y las hijas de la familia Odria acabaron en Estella-Lizarra
bajo la tutela de las monjas de la misericordia. Su padre y su hermanastro fueron
asesinados en los hornos crematorios. En el expediente que se conserva de Antonino, figura
que fue trasladado a Hartheim donde
murió gaseado el 25 de Septiembre de 1941. La misma suerte corrió su hijo
Josetxo de 19 años, quien trasladado en un transporte de inválidos murió también en la cámara
de gas del castillo de Hartheim un 19 de diciembre de 1941.
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