Cuando
hablo de Radio Euzkadi, cerrando los ojos, creo aspirar el olor áspero pero
dulce a la vez, de selva venezolana, aquel rincón del paraíso en la Tierra de
Gracia, donde levantaron con sus manos sudorosas las enormes torres de e misión
Pedro y Pablo, con su laguna de agua fresca donde convivían patos y grandes
caracolas. Aquel remanso alejado de la ciudad bulliciosa, pero que resultaba un
potente alarido a través de las ondas, contra la dictadura abominable que
estrangulaba a Euzkadi. Las técnicas de comunicación era muy diferentes a las
de ahora, mas trabajosas: se grababa la emisión con textos llegados de París,
donde operaba el Gobierno Vasco y de la Euskadi interior, en un apartamento en
Caracas, Avda Libertador, para llevar luego los talos o caetes, a la hacienda La
Virginia, distante a muchos kilómetros de Caracas y por carretera de montaña,
en una precisa circulación. Tal era el secreto de la ubicación, que, los que
aportaban para su sustento a través de la compra de monedas de oro,
llaveros, quinielas, etc., desconocían el paradero. Solo lo sabíamos unos
pocos.
Por eso se la llamo La Txalupa. Se decía que la Radio
viajaba en un barquichuelo por las aguas del Indico o cualquier mar ajeno a
Venezuela, que un grupo de marineros realizaban sus emisiones en contra a los
vientos adversos y del oleaje furioso, metáfora que no dejaba de tener su parte
de realidad, pues hubo que convencer al Gobierno de Venezuela, padecíamos
guerrilla urbana y montañera, de los propósitos pacíficos de las emisiones, y
lograr que la vigilante Embajada de España, se mantuviera ignorante de su
paradero. Durante 15 años se conservó el preciado secreto y prevaleció la
aventura de Radio Euzkadi.
Texto publicado por Iñaki Anasagasti en su Blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario